Bodhgaya y Varanasi


Bodhgaya es el pueblo donde Buda, debajo un árbol, consiguió la iluminación que según me han explicado es como tener una paz y felicidad de forma permanente, esa sensación que muy pocas veces, yo al menos, he tenido en la vida. Es un pueblo pequeño lleno de peregrinos budistas, casi todos asiáticos y con diferentes hábitos cada uno que hace de este sea un sitio de un colorido espectacular de monjes con la cabeza rapada que te sonríen claramente, miran con alegría y juntan sus manos e inclinan la cabeza al cruzarse contigo. Hay unos cuantos templos budistas pero el mas importante está junto a el árbol en que Buda se iluminó, este árbol es el undécimo esqueje de aquel árbol original y cuando te acercas al él hay como una extraña sensación de bienestar. Había notado algo similar en una pequeña iglesia en el Camino de Santiago y otra de Valencia y no se definir con exactitud esa sensación. Se podrá pensar que he bebido mucho o que la India y el voluntariado me están afectando pero no. Yo noto algo y aunque no me he planteado el abrir una consulta astrológica para leer el futuro si que esa energía positiva, buen rollo o lo que haya allí me movieron algo en el cuerpo.
Con esa sensación me senté junto al árbol con un grupo de monjes camboyanos y mientras a Olga y Lucía otros monjes les explicaban las maravillas que tiene el budismo por la que hay que ir paso a paso en la vida sin preocuparse por el futuro, a mi, que había pasado una fascinante noche en las literas compartidas de un tren indio junto a una manada de nativos de todos los colores, seguramente me dio algún rayo de iluminación de los que caen por el lugar y me dormí plácidamente junto al árbol de marras mientras a mi alrededor todo eran monjes de naranja y rojo que susurraban algo mientras movían las bolas de un rosario budista.
Conocía Varanasi con el nombre de Benares y era de las imágenes que mas conocía de la India, los crematorios sobre el Ganges, la gente bañándose en el río al que se baja por unas inmensas escalinatas. Es ciudad sagrada para los hindúes y muchos vienen a morir aquí. Aquí también hay algo particular que hace que guarde lo mejor y lo peor de la India. Los niños pidiendo y vendiendo junto a muchos leprosos, lectores de manos, paseos en barca, un tráfico infernal, mas vacas que en ningún lado y rodeado de santones, moribundos que esperan la muerte, lloros y cantos de familiares de los difuntos mientras socarran a su pariente o amigo, buscavidas, grupos practicando yoga, muchos mas turistas que en Calcuta y demasiados perros callejeros se siente que no se conoce la India se no se está en Varanasi. Te levantas a las 5 de la madrugada para pasear en barca por el Ganges y a la salida del sol hay una bruma muy especial que lo envuelve todo, las barcas parecen flotando en la bruma, el río apenas se mueve, sólo se ve con un color vivo las velas que los familiares de los difuntos lanzan para que floten por el río, solo oyes el golpe del remo en el agua y hay una magia especial en un amanecer así.
Luego paseas por los Gaths donde llevan a los difuntos envueltos en mortajas por las que se ve la cara, los mojan en el río, los familiares se rapan el pelo, no acuden las mujeres y en hogueras de 300 kilos de madera, poco a poco queman el cuerpo mientras un señor se encarga de recoger e ir metiendo en los trozos de piernas o cuerpo que se sale de la hoguera. Luego las cenizas al río. Todo un espectáculo como viven la muerte estos indios. A mi no me importaría que me quemaran así.

Eso si, te paras 10 minutos a ver una socarrada humana y en lo que debería ser un sobrecogedor y entrañable momento, se acercan a los occidentales que veían el espectáculo, dos vendedores de postales, niños vendiendo botes de pintura, uno que quería que comiéramos en su restaurante y para finalizar uno de los familiares rapados del que están quemando se acerca a nosotros a ver si vamos a comprar sarees de seda en su tienda. Es que son la hostia.

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